psicologia

Psicología de la gratitud

El significado de gratitud

Fragmento del libro «Psicología de la gratitud». Autores: Divaldo Pereira Franco, Joanna de Angelis

Capítulo 1, pág. 26-29

El verbo gratitud viene del latín gratia que significa literalmente gracia  o  grato que se traduce como agradable. Por extensión, significa reconocimiento agradable por todo cuanto se recibe o es concedido.

La ciencia de la gratitud surge como la más elevada expresión de madurez psicológica del individuo, que lo impulsa a la vivencia del ennoblecimiento.

El hábito de recibir ayuda y protección se genera desde el momento de la fecundación, pasando por los diversos períodos del desarrollo fetal hasta la edad adulta, sin tener consciencia de lo que se le ha ofrecido, lo que empieza a construir el ego interesado exclusivamente en disfrutar sin mayores responsabilidades.

Acumulando favores que lo benefician, solamente adquiere noción del valor de lo que se le ofrece cuando el discernimiento aflora en la personalidad  y  lo conduce a su vez, a la contribución personal. Desacostumbrado en cierta parte a no retribuir, puede volverse soberbio y presuntuoso, atribuyéndose  méritos que realmente no conquistó.

A medida que los instintos abren espacios para las emociones, el amor ensaya sus primeros pasos en forma de bondad y gentileza con los otros, caracterizando el desarrollo ético-moral. En esta fase, el amor se manifiesta a través del deseo de servir, de contribuir, de ayudar…, en definitiva, de gratitud. Este significado existencial es relevante, ya que proporciona el cambio de comportamiento egoísta, ensayándose en las primeras manifestaciones de gentileza y altruismo.

Cuanto más se desarrolla el sentimiento afectivo, más expresivo se hace el sentido retributivo.

Al inicio se trata de una emoción-deber, que auxilia la liberación del ansia de acumular y retener. El discernimiento faculta la comprensión de que todo es movimiento en el universo en formato de dar y recibir, de conceder y retribuir, y cualquier conducta estanque propicia la instalación de enfermedades, desajustes y muerte.

La recompensa, manera simple de retribución, se presenta como el paso inicial para la futura gratitud.

En el adulto, rara vez se produce la emoción espontánea de agradecer, esto es, bendecir todo aquello que contribuye de forma automática y también afectiva, a alcanzar el nivel de existencia en el que se mueve. Cuando se conciencia de esa evocación, un himno de alegría canta en su mundo íntimo. No hay lugar para la exigencia delante de cualquier carencia o reclamación por no haber disfrutado determinadas situaciones que antes le parecían de real importancia. Reflexiona que, por la fuerza de los hábitos adquiridos en otras vidas, encuentra en su vida presente orden, progreso, bondad, o infelizmente, fenómenos perturbadores que asolan la sociedad… localizando en el contexto social un tanto amorfo, la ausencia del sentido existencial de felicidad, que empuja a dejarse conducir o arrastrar por el flujo de los acontecimientos…

El despertar para la gratitud se inicia en forma de alabanza a todo y a todos.

Francisco de Asís, al llegar al estado numinoso, de inmediato alabó la gratitud con el himno, a veces dulce, a veces suave, en favor de todas las criaturas: hermano Sol, hermana Luna, hermana lluvia, vegetales, animales y todo cuanto vibra y glorifica la creación. Cuanto más exaltaba lo que a muchos parece insignificante o destituido de valor, su agradecimiento enriquecido conseguía dignificar y enaltecer aún más las cualidades.

Ciertamente, conforme anunció un filósofo popular, la belleza del paisaje se encuentra en los ojos de aquellos que lo contemplan. No es exactamente así lo que ocurre más existe una dosis alta de razón en el concepto, ya que solamente quien posee belleza y armonía puede identificarla donde quiera que se encuentre. No teniendo esa sensibilidad desarrollada, el ser humano no puede distinguir lo banal de lo especial, lo grotesco de lo bello, y así por delante.

Claro está por tanto, que gratitud, para ser legítima, exige que haya un mínimo en la criatura de ese encanto por la vida, una delicia dulce que la torna preciosa en cualquier condición que se manifieste, que le hace comprender la magia del existir, percibiendo las dádivas que se multiplican en incontables expresiones de intercambio.

En el sentido opuesto, el ingrato es aquel que se mantiene en el proceso primario, lejos de la percepción del objetivo esencial de la existencia. Criatura maltratada que se detiene en la injuria y en las circunstancias iniciales del proceso de desarrollo ético y moral. Que se niega a crecer, albergando resentimientos de hechos de pequeña o gran monta, que encontraron aceptación emocional profunda, estableciendo como rebelión la experiencia del desarrollo emocional. Nadie puede fertilizarse emocionalmente si reacciona a los factores propiciatorios del mecanismo especial de maduración. Es indispensable dejarse moldear por las circunstancias y superarlas mediante la autoestima y el autoreconocimiento.

La gratitud es siempre en relación a otros, a los fenómenos existenciales, jamás al orgullo y la presunción. ¿Cómo reconocer agradecimiento por uno mismo sin caer en el abismo del ego sin discernimiento? ¿Cómo ser agradecido al ego, si este es incapaz de liberar las circunstancias del self , responsable por la magnitud de la mejora del ser?. Tomemos como imagen para reflexión la concha de la ostra que no permite que la perla acrisolada sea recogida. Para que tenga sentido real, la vigorosa corteza ha de romperse para que brille la gema pálida y notablemente construida.

Muchas veces o casi siempre es a través de la ruptura, de la fisura que se puede encontrar más allá del exterior la perla adormecida en la total intimidad: el diamante sumergido en el carbón grosero, la estrella escondida más allá de la nube y el polvo cósmico…

Agradecer por tanto, significa impregnarse de emoción lúcida y consciente de la realidad existencial, más no solamente por lo que se recibe, sino también por lo que nos gustaría conseguir así como por lo que aún no se es emocionalmente.

Despojándose de la esclavitud de la posesión, el ser se colma de bendiciones que esparcen la sinfonía de la gratitud.

Agradecer el bien que ha sido, así como el mal que no aconteció todavía, teniendo en vista que solamente ocurre lo que es necesario para el proceso del crecimiento espiritual, conforme la programación de la ley de causa y efecto.

Gratitud es como la velocidad de la luz recorriendo los espacios e iluminando todo la ruta sin darse cuenta, sin el propósito de diluirse en la antorcha incandescente que marca su conquista.

Una de las razones fundamentales para que la gratitud se exprese es el estímulo propiciado por la humildad que hace que todo cuanto se recibe, se comprenda, desde el aire que respiramos gratuitamente, a los nobles fenómenos automáticos del organismo que preservan la existencia.

En esa percepción de la humildad, brota el sentimiento de alegría por todo cuanto es hecho por otros, aunque no haya consciencia, en favor y en beneficio de los demás. Esa identificación proporciona la madurez psicológica, facultando comprender que nadie es autosuficiente hasta el punto de no servir a nada o nadie, en una soberbia que expresa fragilidad emocional.

Sin ese sentimiento de identificación de las manifestaciones gloriosas del existir, la gratitud no va más allá de la presunción de devolver para no estar debiendo al otro, para pasar incólume por los caminos existenciales sin cargar deudas,…

Cuando se es agradecido, se alcanza la individualidad que liberta. Para conseguir ese nivel, el camino es largo, atrayente, fascinante y desafiador.